Más allá de los progresos políticos que trajo Suárez a nuestra democracia, que fueron muchos y de gran peso, también fue un presidente que mostró estar muy concienciado sobre la importancia de la comunicación y los medios en el trabajo del día.
Puede que fuese por la influencia de su paso por Rtve por lo que el difunto presidente no rehuyese de las cámaras, o supiese emplearlas de manera magistral para una recién estrenada democracia. Más si se compara con políticos de la época. Es más, prefería el trato de la televisión al de la prensa escrita, porque, según él, delante de una cámara su mensaje se trasmitía sin las interpretaciones del periodista.
Mucho podría escribirse sobre el carisma de Suárez, sobre sus discursos, su chispa, capacidad de improvisación y cercanía con los ciudadanos.
Su mirada tranquila, su voz limpia, las palabras cuidadas... todo aquello ya se perdió de alguna manera, pero quedará para la historia gracias a los archivos y las hemerotecas.
Convirtió frases en emblemas, ejemplificó su propio discurso mediante su trabajo y su imagen, con lo que éste era coherente y fácil de trasmitir. Siempre quedará la duda de la ingratitud de los electores al apartarle del poder tras la consecución de un logro tan importante como la democracia. Pero lejos de los que muchos creen, este no es sólo un mal típicamente español. Los ingleses ya echaron a Churchill del poder tras ganar la Segunda Guerra Mundial.
Sólo desde el desconocimiento se puede afirmar que la empresa que se emprendió a finales de los años setenta en España, fue fácil o que fue un fracaso. La transición no fue un vulgar producto que se nos vendiese, sino un trabajo bien hecho del que muchos países vinieron años despúes a aprender.
Su figura evoca hoy un tiempo de diálogo capaz de limar diferencias mucho más importantes que las que nos ocupan. Un tiempo en el que enemigos separados por casi 40 años de dictadura lograron volver a sentarse codo con codo, para trabajar juntos con un horizonte común.
Muchos políticos podrían preguntarse si el día en que ellos marchen, como ya marchó Suárez, el pueblo los despedirá con el mismo cariño y despierten el mismo aprecio.
La solución, está en sus manos.
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