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Opinión Personal


La apatía mental que, en ocasiones, padecen ciertos sectores de la sociedad resulta preocupante. 
Bien es cierto que la gente tiene cosas más importantes por las que preocuparse que por saber si el IPC sube o se mantiene, o si el anteproyecto presentado en Consejo de Ministros contiene alguna medida destacable. Lo que me aturde es la capacidad de ciertos sectores, denominados o autodenominados como "élite" que parecen adueñarse de razonamientos y argumentos ajenos para adoptar así una opinión que ni si quiera saben si comparten.
A diario se puede escuchar en la radio a tal o cual periodista que defiende las ideas de un partido como si fueran las propias, de igual modo que vemos cómo los contertulios de los programas parecen más bien políticos y cómo a pie de calle, el debate no es más que superfluo, sin ahondar en razones o argumentos.
Al sector al que me refería en la primera línea del texto parece que le gusta pensar lo que le dicen que tiene que pensar. Y eso preocupa. Preocupa porque, si realmente forman parte de una élite, si realmente son líderes de opinión, lo único que están haciendo es una mera función de transmisión de criterios y posiciones. De este modo sólo se consigue que el debate sea estanco y poco enriquecedor.
Está claro que todo el mundo puede y debe opinar en una sociedad democrática, pero también deberíamos ser enseñados a distinguir la información de la opinión. Deberíamos aprender que hablar con alguien sobre cualquier materia no es un mero enfrentamiento de ideas o una puesta búsqueda del consenso. Es algo más. Se trata de una actividad de valor incalculable en la cual, las personas se enriquecen y aprenden de los puntos de vista ajenos. Se dan cuenta de que hay quienes piensan y razonan de forma diferente sin tener por qué estar equivocados. Yo no tengo una opinión cerrada sobre el Estatut, ni sobre el nuevo anteproyecto de Economía Sostenible. Entiendo a los padres que quieren apoyar a sus hijas en los momentos difíciles, pero también comprendo que la actual legislación deja demasiados vacíos para aquellas mujeres que deciden abortar. Por estas y otras cosas, me cuesta comprender que haya gente que se pueda sentar tan gratuitamente a rebuznar en defensa de unas ideas que puede que ni si quiera lleguen a comprender. Y me entristece que haya personas que se dejen llevar por ellos. No me gusta pensar que la conciencia de la gente se está aletargando. Que ya nadie tiene interés por escuchar otros puntos de vista o por informarse desde otra perspectiva.
Por eso en ocasiones creo, que ciertos sectores de la sociedad, en ocasiones adolecen de una cultura del diálogo, del debate y de la discusión. Tenemos una cultura de la defensa de la opinión propia y de intentar convencer a los demás de que soy yo el que lleva la razón. No sea que nos equivoquemos. Dios no lo quiera.

6 comentarios:

apuntesdederecho dijo...

clap, clap,clap,clap...

rrrrr dijo...

Sublime su texto, mandril.

Al final las discusiones suelen acabar en duelos donde, como dices, parece que lo más importante es quedar por encima del otro, no aprender del otro ni complementar lo que sabemos o pensamos.

Las opiniones acaban constituyendo un rasgo identitario para las personas, por lo que cambiarlas sería para mucha gente lo mismo que traicionarse a sí mismo. Un ejemplo: Si reconozco que la dictadura franquista fue algo horrible e injusto, estoy traicionando a mi familia, pues a mi tío abuelo lo mataron los rojos. Otro ejemplo: Si critico al gobierno cubano, estoy haciéndole el juego al imperio americano y al capital, así que de eso nada, monada.

Un síntoma inequívoco de la miseria intelectual en que vivimos es la etiqueta de adoctrinador, demagogo y pajillero mental que se le coloca a todo aquel que pone en cuestión algún asunto fundamental en nuestra sociedad, a todo aquel que propone una realidad diferente de la que existe. Tan acostumbrados estamos a los discursos vacíos, a los eslóganes, a saber que las opiniones que nos ofrecen los medios vienen definidas por los intereses de tal o cual grupo de poder, que cualquier discurso que aspire a algo más es directamente tachado de ida de olla sin derecho siquiera a ser replicado.

Un día de estos me tengo que explayar sobre esta movida ;)

Salud

J. Pedro Marfil dijo...

Gracias por vuestros comentarios.
La verdad es que es un tema que da para mucho. A veces nos olvidamos de que también tenemos la capacidad de escuchar...
Un abrazo

La Púa dijo...

Son lo males del sistema. Por un lado una sociedad demasiado acelerada y sin tiempo para reflexionar. Mejor que me lo den todo hecho: el resumen de prensa, el análisis, la reflexión o la posición ideológica. Por otro lado, intereses económicos de las empresas de comunicación: ¿qué sería de ellos sin los opinadores-altavoceros de las diferentes posiciones? En esta situación, la clase política a lo fácil: se lo doy rumiado a los opinadores para que sus consumidores previamente etiquetados lo digieran. Al final, la ley del mínimo esfuerzo por parte de todos: el reino de la vagancia (incluida la intelectuial). No es de extrañar con los patrones educativos de este país... (Enhorabuena por el artículo)

Sergio dijo...

Impresionante. Lo mejor que he leído en mucho tiempo. Estoy totalmente de acuerdo en que ya no se escucha al otro, sino que se trata de quedar por encima y llevar la razón. Creo que cada vez más, eso es lo que le importa a muchas personas en la sociedad "llevar la razón" y eso, creo, es muy muy peligroso. Con lo enriquecedor que es escuchar diferentes opiniones y debatir. La gente se cree que el otro lo que intenta es hacerle cambiar de opinión porque "la suya" es mejor y luego van ofendidos por la calle y ofendiendo. Un poco de humildad y de saber escuchar no hace mal a nadie no?

Anónimo dijo...

Cuando he leido este texto me ha venido rápidamente el concepto de educación y ciudadanía democrática que un gran profesor me enseñó hace ya tiempo.

Decía que la educación instala los fundamentos para que los ciudadanos sean conscientes de quienes son y del lugar que ocupan, conozcan sus derechos y obligaciones y adquieran capacidad de juicio, criterio y decisión.

Imaginemos qué delicia si combinásemos esta educación y las posibilidades tecnológicas con las que contamos actualmente, para el acceso al intercambio y a la información.

Sin embargo, ¿qué tenemos? quizás tecnología, desarollo, auge de los medios de comunicación, redes sociales...pero poca, por no decir muy poca, educación.

Ser ciudadano, significa no sólo vivir el presente, sino cambiar el futuro mediante el intercambio de opiniones críticas.

Y la realidad es, que estamos abocados a confundir sabiduría con conociminto y conocimiento on información. Ese es el problema, aquellos que presumen de sabiduría sin tener siquiera una opinión formada.