En muchas ocasiones se dan elecciones en las que el cambio de candidato no supone más que la continuidad de un sistema de gestión. Ejemplos de ellas los hemos visto en las últimas elecciones de Colombia en la que los ciudadanos se debatían entre la buena gestión desarrollada por Uribe o la alternativa de Mockus. Finalmente venció el delfín del ex presidente quien, por cierto, estuvo por detrás en algunos momentos de la campaña, curiosamente, en aquellos en los que pretendía desvincularse su predecesor. Afortunadamente para él, se dio cuenta de su error a tiempo, rectificó y consiguió la victoria. La ciudadanía se decantó por lo conocido.
Más allá de la ilusión del principal oponente y de su propuesta, primó el conocimiento que el electorado ostentaba del partido de Gobierno y su gestión.
Algo similar estuvo a punto de ocurrir en 2004 cuando Mariano Rajoy asumió el reto de suceder a Aznar al frente del Partido Popular. Sin entrar en lo ocurrido en la recta final de la campaña, el candidato del partido de Gobierno poseía mayor intención de voto. Seguramente, por el recuerdo de la gestión de su antecesor que por su gestión como vicepresidente.
En el ámbito local ya se han dado casos como los de Madrid (Álvarez del Manzano-Gallardón) o Málaga (Villalobos-De la Torre) en los que el partido logra mantenerse al frente del consistorio a pesar de la variación del candidato. De cara al futuro, no serán pocos las autonomías (Asturias, Aragón...) y municipios (Sevilla) que el próximo año afronten el reto de intentar mantenerse en el poder con un nuevo candidato. El éxito o fracaso de las maniobras depende de varios factores, pero merece la pena destacar la necesidad de saber comunicar correctamente algunos mensajes.
- Recordar o hacer ver a los votantes todos los logros conseguidos durante la etapa de Gobierno. Este es uno de los mensajes más importantes ya que de nada sirve una gran actuación en el poder si el ciudadano no la percibe como tal.
- Dejar claro que el nuevo candidato continuará con la gestión de su predecesor. Las fórmulas en las cuales el "delfín" se presenta como salvador de las políticas de su propio partido suelen tener escaso recorrido (Como ejemplo tenemos a McCain o las dificultades por las que está pasando Griñán en Andalucía). Carecen de credibilidad y sólo en situaciones muy especiales salen adelante.
- Si las encuestas son favorables y la gestión ha sido buena, permanecer tan lejos de los rivales como sea posible, comunicando proyectos y logros. No despreciar al adversario, pero ser consciente de que por regla general, la distancia es favorable.
Claro está que no hay una elección igual a la otra y que las teorías no siempre son aplicables. Como siempre, un correcto estudio del contexto y de la voluntad ciudadana será indispensable para diseñar con garantías una estrategia ganadora.
2 comentarios:
Muy buen análisis. Algo similar puede ocurrir pronto en Badajoz, se baraja al delfín del actual alcalde como futuro candidato. Un saludo, te leo.
Gracias por el comentario. A ver si retomo esto un poco, que se me está echando el tiempo encima.
Un abrazo y gracias de nuevo
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