A
menudo pedimos perdón. Unas veces sin darnos cuenta, otras nos cuesta bastante
atrevernos a hacerlo, porque realmente nos sentimos avergonzados por nuestros
actos, pero ¿qué supone el perdón en el
discurso político? ¿Qué hace que pedir disculpas resulte tan complejo para un
líder?
La
revista Time publicó el pasado año una clasificación de las diez disculpas más
importantes de 2010. En dicho ranking, además de aparecer cantantes como John
Mayer o Taylor Swift o deportistas como Tiger Woods, se encontraban dos
políticos. Times valoraba las disculpas del primer ministro británico Cameron
al pedir perdón por los acontecimientos del Bloody
Sunday y del presidente estadounidense Barack Obama, quien mostró su
indignación por las infecciones de sífilis en Guatemala durante los años
cuarenta y cincuenta.
La
solicitud de perdón es vista por los políticos con cierto recelo por varios
motivos. El primero de ellos es porque supone
el reconocimiento de un error, lo cual demuestra flaquezas y debilidades.
Lo segundo es que, como consecuencia de esto, se dan al rival argumentos para desestabilizar y estructurar un
ataque más sólido ondeando la bandera de la incapacidad manifiesta del rival
político.
Este
proceso desemboca en cierto temor por parte de los políticos ante situaciones en las no se sabe si se debe o no
pedir disculpas.
Del
otro lado ¿cuál es la postura de los ciudadanos ante este tipo de
declaraciones? Todos los estudios
muestran que una de las cualidades más valoradas por la sociedad es la
honestidad de los políticos. ¿No nos hace más honestos reconocer nuestros
errores? Entonces ¿por qué cuesta tanto realizar este ejercicio?
Así
pues, podríamos diferenciar dos públicos a la hora de comunicar este tipo de
discursos, por un lado los simpatizantes y por otro los detractores. El
objetivo estratégico de un mensaje de estas características debe estar
encaminado a normalizar la situación y a subsanar el error, por ello es
importante recordar que difícilmente el rival político comprenda la falta y la
dispense, pero sí que se podrá fortalecer la relación con los seguidores
naturales.
Si
se plantea desde un enfoque meramente electoralista, en el que lo que se busca
es la consecución de votos también es importante recordar que en entornos con
ciudadanos con una clara identificación partidista, el cambio de voto es
complicado, siendo más frecuente la abstención de ciudadanos descontentos. Es
difícil predecir consecuencias globales ante este tipo de discursos, ya que
dependerá de numerosos factores como el público que se ve afectado, la
coyuntura y quizá lo más importante: la causa por la cual se pide disculpas.
Comunicación de crisis
Toda
solicitud de perdón va unida a un plan de crisis, ya que se compromete la
actuación del líder de una u otra manera. Puede que la crisis se presente como
consecuencia de la declaración o que la solicitud se plantee en el transcurso
de una situación comprometida dentro de la comunicación global. En muchos casos las crisis en las que se verá
envuelto no serán responsabilidad directa del líder por lo que surgen varios
tipos de asunción de culpa. Como en toda situación de estas características, lo
primero que se debe hacer es valorar la
gestión de la comunicación y analizar si la solicitud de perdón puede resultar
contraproducente, bien porque obviándola pueda pasar desapercibida, bien
porque no reviste gravedad; o si por el contrario, servirá para acercar al
líder a la sociedad.
Perdón y estrategia
Puede que pedir perdón resulte muy
goloso al rival para estructurar un buen ataque, pero los simpatizantes del
partido podrán entender mejor, conocer mejor y en cierto modo, estrechar los vínculos afectivos con
los personajes de la escena política, quienes a menudo se muestran
distantes y en cuyos discursos suele ser complicado encontrar dosis de
'humanidad'.
En
cualquier caso, es recomendable pedir disculpas si la mayor parte del público
ofendido se encuentra entre los simpatizantes del partido. De este modo, se
abre la posibilidad de ‘recuperar’ el electorado propio pudiendo movilizarlo y
restableciendo en la medida de lo posible la normalidad precedente a la falta.
Es
interesante observar las consecuencias que acarrea un discurso de perdón dentro
de la estrategia política.
Una
vez que se ha solicitado perdón a los ciudadanos, la percepción de estos hacia
el político se modifica ligeramente.
El
que solía ser sujeto paciente y blanco de las críticas por una u otra actuación,
pasa a ser sujeto activo solicitando un perdón que puede ser concedido o no. Comenta
el profesor Lino Latella Calderón que el perdón ‘interpone una ruptura con la
continuidad, con la cadena de consecuencias lógicas que podría seguir a la
venganza[1]’
y añade que ‘instaura un nuevo comienzo’. En
muchas ocasiones, los líderes se ‘deshacen’ del mal pasado y vuelven a tener la
iniciativa en el discurso político con un mensaje de estas características.
En este sentido, ya decía la filósofa Hanna Arendt[2]
que el perdón ‘libera’ de las ataduras recibidas del pasado.
Ejemplos
Existen
muchas categorías y clases de perdón en
función de a quién se pida, por qué se pida, el perdón que se obtenga o al
público al que se dirija.
En
los últimos años hemos asistido a diferentes tipos de discursos en los que se
solicitaba el perdón bien a un conjunto de ciudadanos, bien a toda la sociedad.
Así se podrían diferenciar dos tipos de solicitudes. Por un lado encontramos
aquellas en las cuales se puede atribuir una responsabilidad directa del
político sobre las acciones o faltas. Del otro lado, están aquellas acciones en
las que una persona pide disculpas a pesar de que no se le puede responsabilizar
de forma directa respecto a los hechos. Los primeros son más comunes. El presidente
o primer ministro de un país es considerado como la cabeza visible de éste y
por tanto deberá asumir todo aquello que por acción u omisión pueda ser
considerado de su competencia.
Entre
los casos en los que no se puede responsabilizar
al líder de forma directa respecto podemos citar el perdón solicitado por
Sarkozy a los Irlandeses después de que la selección francesa de fútbol dejase
a los británicos fuera del pasado mundial tras una flagrante mano de Tierry
Henry. ¿Qué culpa tenía él? Ninguna, pero
en este caso le honra disculparse por la acción de un compatriota que supuso
una mancha en la imagen del país galo.
Existen
ejemplos de todo tipo a lo largo de la historia, desde Platón al emperador de
Sacro Impero Romano, Enrique IV, pasando por Galileo. Pese a esto, cabe pensar que las
consecuencias que conlleva la solicitud de perdón, provoca que esta práctica no
esté muy extendida. A los ejemplos ya mencionados, se podrían añadir otros más
cercanos. De este modo, Bill Clinton pidió perdón por su affaire con Monica Lewinsky, Aznar pidió una disculpa fugaz por la
gestión de la crisis del petrolero Prestige
y Tony Blair por el argumento de las armas de destrucción masiva. Otros casos
más actuales los hemos visto con las disculpas de la Secretaria de Estado
Norteamericana Hillary Clinton respecto a las filtraciones de Wikileaks, o al
presidente Rodríguez Zapatero cuando se disculpó por las consecuencias de la
crisis; o el mismo Álvaro Uribe, quien se disculpó en su último discurso por
los errores que pudiese haber cometido a lo largo de su mandato al frente de la
presidencia de Colombia.
Liderazgo y
Perdón
Se podría establecer algún tipo de vínculo entre los discursos de perdón y el
tipo de liderazgo así como la personalidad del orador. De este modo, parece
que es más probable que se produzca una disculpa en un liderazgo democrático y
comunicativo que en modelos más cerrados y autoritarios. Los representantes que
mantienen una relación más abierta y dialogante con su equipo (sociedad)
tendrán menos problemas para manifestar su equivocación o error en determinado
aspecto, valorando de este modo el trabajo y la opinión de los demás. Mientras
un líder más autoritario será más reacio a este tipo de discursos ya que no
querrá quedar en entredicho, temiendo posibles reacciones adversas del grupo
opositor.
Del mismo modo, resulta obvio que es
más sencillo encontrar reconocimientos de faltas en regímenes democráticos que
en dictaduras.
Pasos en el perdón
El
proceso del perdón, al igual que otras relaciones humanas, sufre tantas
variaciones como tipos de personas. Es por esto que no existen dos
comunicaciones iguales, ni reacciones y aceptaciones de la disculpa. Pese a
esto, todo proceso de perdón consta de
determinados estadios. Algunos de ellos son permanentes mientras otros no
están asegurados.
1. La existencia de un error, una falta o una ofensa hacia otra persona.
2. Un sujeto o varios que estén, hayan podido estar o puedan verse potencialmente afectados por dicha falta.
3. El conocimiento del error o de la falta por parte de otras personas bien sea por confesión del autor de la falta o por otros medios de diversa índole.
4. El sentimiento de ofensa del afectado o afectados por la falta. En algunas ocasiones, los afectados no se sienten ofendidos. A pesar de ello muchas veces el ofensor se disculpa para constatar su buena intención con el ofendido.
5. En caso de que el perjudicado se sienta ofendido, podría cambiar su actitud hacia el ofensor, haciéndola patente mediante su desaprobación o rechazo.
6. El ofensor siente arrepentimiento (aunque en ocasiones dicho arrepentimiento no exista verdaderamente).
7. El ofensor pide perdón.
8. El ofendido lo concede (o no).
9. Si el perdón es concedido se restablecen las relaciones entre ambos.
Pero pedir perdón, además conlleva
un sentimiento de empatía, un reconocimiento hacia la otra persona a la
que se respeta por considerarla 'dañada' por nuestra falta. La petición de clemencia sugiere que se
considera más importante el vínculo entre las dos personas que el orgullo de
cada cual.
Así se activan cauces emotivos con
nuestro interlocutor. De forma simbólica, el político baja del pedestal, de la
tribuna, para agachar un poco la cabeza, reconocer su humanidad y solicitar al
ciudadano su disculpa por el error. Le
considera importante, estima su parecer y aguarda su dispensa. Decía
Latella Calderón que el perdón es ‘la contraparte del carácter irreversible de
la acción[3]’
ya que para exista este es necesario un sustento sobre el que exista un hecho
sobre el que pedir disculpas’. El autor comenta que las experiencias que surgen
del perdón tienen un fundamento político porque ‘se basan en el reconocimiento
de uno mismo a través de la comunidad[4]’.
Aplicado a los líderes podría decirse que es una ‘reconciliación’ con la comunidad a través de la acción propia.
Constatación de la culpabilidad
Es
interesante observar cómo la mayoría de las solicitudes de perdón que hacen los
políticos o personas públicas tienen lugar una vez se demuestra que son
culpables bien tras una investigación, bien tras una clara constatación de la
falta.
Por
regla general, no se destapan errores antes de que éstos hayan llegado a la
opinión publica. Los políticos, son
bastante ‘humanos’ en este aspecto ya que tampoco el más común de los mortales suele
reconocer su culpa de buenas a primeras.
Pero ¿son siempre esas disculpas
sinceras? Para resolver esta cuestión se podría recurrir al lenguaje no verbal del orador que, aunque no sea
infalible, nos dará más información al respecto.
Los discursos de perdón suelen
caracterizarse por miradas gachas como muestra del arrepentimiento y manos
unidas como gesto de ruego o abiertas como muestra de limpieza y apertura.
Al tratarse de un sentimiento tan
complejo, existen numerosos sentimientos vinculables a la petición de disculpas
como la vergüenza, el miedo, la desilusión o la decepción; por lo que como comentábamos, un análisis de
este tipo es difícilmente infalible.
El perdón en la cultura
El
filósofo francés Paul Ricoeur[5],
aseguraba que el perdón posee un aura religiosa y no le faltaba razón. La
concepción del perdón tiene mucho que ver con el sustrato cultural de cada
sociedad. Aún así, se trata de un concepto bastante universal que posee un
carácter muy similar. Las religiones lo promueven, bien de forma activa o
pasiva. Sea como fuere, la mayoría de
las culturas otorgan un papel importante tanto a la solicitud de perdón como a la
amnistía del ofensor. El Islam, por ejemplo ensalza la capacidad de Alá como ‘el misericordioso’; el Cristianismo habla de la obligación de
todo cristiano de perdonar ‘setenta veces
siete’ así como incluye una petición de perdón hacia Dios en su oración más
importante ‘perdona nuestras ofensas,
como también perdonamos a los que nos ofenden’. Mientras el judaísmo tiene
una festividad específica: el Yom Kipur
o día del perdón. El budismo, incluso, lo concibe como una práctica para
prevenir pensamientos dañinos que puedan alterar el bienestar mental.
Así
pues, caben tantas interpretaciones del perdón como ofensores, ofensas y
ofendidos.
Pedir
disculpas no es sencillo, el quid político es saber analizar
correctamente su aplicación para ‘liberar’ al líder y ‘reconciliarlo’ con la
sociedad.
[1] LATELLA
CALDERÓN, Lino. Análisis de los conceptos
de Perdón y Promesa en Hannah Arendt. Revista utopía y praxis latinoamericana año 11. Nº35 (Octuvre-Diciembre,
2006) Pp. 107-108.
[2]
ARENDT, H. (1974): La condición humana,
Ed. Seix Barral, Barcelona
[3] Ibid., p. 107
[4] Ibid., p. 107
[5]
RICOUEUR, P. (2003): La memoria, la
historia y el olvido. Ed. Trotta, Madrid.
Imágenes extraídas de la publicación.
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