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Política: la obligación de la exigencia

No hablamos de nada nuevo si decimos que todo comunica. Hasta los silencios. Tampoco decimos nada nuevo si comentamos el poder de internet y su capacidad para movilizar, bla, bla. 
Aunque hay gente que se dedique a dar charlas por uno y otro lado repitiendo lo mismo, no será eso lo que haremos hoy aquí. 
Lo que nos ocupará será el cambio que se ha producido en el ciudadano y el peligro de que los responsables políticos no sean conscientes de ello
Definitivamente, es cierto que algo está cambiando en la forma en que la gente perciben la comunicación. Ya no se evalúa a los políticos por sus discursos, sino también por lo que omiten, por lo que se niegan a responder o por su actitud ante la respuesta. 
El aumento de los canales de información ha provocado una mejora no sólo en la información del ciudadano medio sino también en su capacidad de reacción y por tanto de movilización, algo que ya todos sabemos pero de lo que no teníamos muchos ejemplos. 
Hace unos días veía el programa 'Salvados' sobre el accidente del metro de Valencia y me llamó la atención la respuesta de una de las entrevistadas que aseguraba que si el siniestro hubiese tenido lugar en nuestros días, la respuesta ciudadana habría sido mayor. No le faltaba razón, el contexto ha cambiado y ha cambiado mucho por varias circunstancias: 
  • Mayor información: Aquí no contamos nada nuevo. Bien por el empuje de internet o bien por el auje de nuevas fórmulas periodísticas, el ciudadano tiene cada vez más información a su disposición.
  • Contexto de crisis: La valoración de políticos y sindicatos está por los suelos. Su incapacidad para mostrar que se está trabajando para cambiar esta valoración, hace que la sociedad se mantenga dura en sus críticas después de incumplimientos de programas electorales, demagogia u oportunismos varios. La ciudadanía se muestra vez más harta de los principales partidos y no les deja pasar una. 
  • Exigencia de mayor responsabilidad: En los últimos años, los políticos han pedido un 'esfuerzo' extra a los ciudadanos. En otras circunstancias no habría habido demasiado problema, pero dado el complicado panorama económico, estos esfuerzos son duros de asumir, por ello se pide a los responsables que cumplan ellos también con su parte y que actúen de manera consecuente y ejemplar. Si los ciudadanos deben ser transparentes -mediante sus declaraciones de la renta, pagando sus impuestos, asumiendo determinados ajustes- entonces los cargos públicos, sostenidos con dinero público, deberán hacerlo también. Parece que esto empieza a cala.
Hay más razones, pero probablemente estas dos últimas sean las que hicieron más dolorosa la intervención final del Sr. D. Juan Cotino, presidente de las Cortes de Valencia. No nos centramos en la escena en la que supuestamente, su hermano tiene un malentendido telefónico con el presentador del programa -escena que por cierto, acaparó portadas en los principales diarios digitales a la mañana siguinte-, sino en la parte final del programa en la que niega a responder a Jordi Évole a pesar de su insistencia y la de un reducido grupo de ciudadanos. Una intervención dominada por el silencio tenso y la sonrisa estéril que trasmitieron al conjunto de los telespectadores una imagen pobre y si me permiten hasta ruín de lo que debe ser un político. 
Le fallaron las formas al Sr. Cotino y una semana más tarde ya tenía una plaza entera pidiéndo su dimisión.  Una muestra más de que en nuestros días, se debe ser más consciente de cómo comunicamos y qué trasmitimos a los ciudadanos. Olvidar el cambio de contexto en el que nos movemos, nos expone a enfrentarnos a situaciones que podemos tildar de desagradables. Esto es fundamental, si verdaderamente se busca un cambio en la percepción que el común de los mortales tiene de sus dirigentes en España.

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