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La decadencia de las palabras

Ya no basta con hablar. Las palabras empiezan a significar más bien poco. Es cierto que dan titulares, minutos en los informativos y temas de los que hablar en las tertulias y programas de media tarde. Pero empiezan a no tener apenas valor. 
Día tras día asistimos a una especie de competición partidista entre las principales organizaciones del país por ver quién se hace con el dominio y los espacios en los medios. Pero, finalmente se queda sólo en eso, en espacio, en ruido mediático. Decimos esto porque, en un contexto en el que la confianza en la clase política está por los suelos, con los principales partidos inmersos en fuertes escándalos de corrupción; las palabras hace tiempo que comenzaron a perder su valor. Ahora es el tiempo de las acciones. 
De nada sirven escuderos que presenten batalla buscando titulares y mostrando su compromiso. No vale de nada. Lo que los ciudadanos exigen es pasar a la acción. Atrás quedaron las afirmaciones sobre la búsqueda de la transparencia, el trabajo contra el desempleo, la lucha por justicia social, etc. Palabras que han consideradas estériles porque el común de los mortales tiene la sensación de que han quedado en agua de borrajas. 
La dinámica informativa, la necesidad de completar espacios y la voluntad de los partidos por hacerse fuerte en ellos ha logrado que los ciudadanos hayan desarrollado una especie de insensibilidad en unos casos y aversión en otros, hacia las palabras de sus dirigentes. 
De momento, ha pasado la era de las palabras. Es el tiempo de comunicar de otra manera, comunicar actuando. Si verdaderamente se busca limpieza en política, hay que tomar el toro por los cuernos, remangarse y tomar medidas para hacerlo realmente. No de decir que se dice y de lo que se dijo nada te digo. Mejor no. No por el bien de los políticos buenos que nos quedan (que, quizá ingénuamente, sigo pensando que son mayoría). 
Es el momento de mostrar el trabajo con altavoces, a bombo y platillo. De comunicar logros, de mostrar cómo se hacen las cosas, por qué y para qué.
Las palabras parecen haber quedado atrás, quizá porque se utilizaron demasiado para no decir nada. Para no mojarse o para tirar balones fuera. Así que ahora les toca quedarse un tiempo en barbecho. Quizá pase un tiempo hasta que volvamos a escuchar un gran discurso en nuestro país (aunque, a decir verdad, hace ya mucho del último). Puede que tengamos que esperar hasta encontrar un mensaje capaz de convencer y conmover. Para eso, antes, los ciudadanos deben recuperar la confianza en sus dirigentes, de lo contrario, cualquier palabra por magnífica que sea, estará siendo desperdiciada como se desperdicia el agua al regar flores de tela.  No se puede convencer si no se confía. Comencemos, pues, a trabajar para recuperar esa base que nunca debió marchar.
Es el momento de pasar a la acción y no podemos permitirnos el lujo de dejar pasar mucho más tiempo. 

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