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El novel de los Nobel

Pero, si todavía no ha hecho nada!". Esa fue un de las frases más repetidas la semana pasada tras conocerse que el premio nobel de la Paz recaía en manos del presidente norteamericano Barack Obama.
     El premio llegó al mismo tiempo que algunas críticas de quienes comentan que el dirigente debe comenzar a dejar la semántica para pasar a los hechos. Un ejemplo de éstas lo encontramos en Newsweek donde Howard Fineman pide al presidente menos intervenciones en programas de televisión y más trabajo para cumplir con todo aquello que prometió. Obama ha comenzado a disculparse ya por no haber acometido las grandes reformas más allá de iniciar los trámites para modificar la sanidad en su país.
     Sin embargo, a pesar de que la distinción con el Nobel de la Paz parece prematura, es cierto que se le pueden reconocer méritos para ello. Con Obama parece haber llegado el sentido común (el menos común de los sentidos) al centro neurálgico del poder mundial. Tras arribar a la casa Blanca, el mandatario ha impuesto su sello y su actitud en todas aquellas cumbres a las que ha asistido. Ha sabido plasmar la voluntad de una ciudadanía ávida de dialogo y anchura de miras en cada uno de sus encuentros.
     Además, en la línea de Teodoro León Gross en su columna del día 12 de Octubre, al líder estadounidense se le puede atribuir el mérito de haber conseguido ilusionar, haber logrado hacer pensar a la gente que realmente otra forma de hacer política y dirigir es posible. Pero claro, una cosa es ilusionar y esperanzar y otra cosa bien distinta es cumplir las promesas.
La expectativa insatisfecha
Y es que Obama empieza a encontrarse con cierta impaciencia en los ciudadanos. Cuando una nación idealiza a sus líderes como han hecho los estadounidenses, es muy frecuente que, con el paso del tiempo, no se logre satisfacer las todas las expectativas. Cuanto más espera de algo o alguien, más probable es que defraude y desde que Obama llegó a la Casa Blanca corre el gran riesgo de que esto ocurra dada la mesianización a la que se ha sometido.
     El reconocimiento hacia el primer presidente afroamericano de la primera potencia ha provocado también que, por ejemplo en España, se dé rienda suelta sobre el tema con cierta sorna. Todo porque se da por hecho que es demasiado precipitado otorgarle semejante honor a quien, pese a sus buenas intenciones, aún no ha conseguido hacer demasiado. Viñetas, editoriales y comentarios a pie de calle han provocado que la controvertida decisión de la academia sueca  se vuelva contra su premiado. Tanta perfección, tanta sonrisa perfecta, dominio de la retórica, apariencia, etc. parecen haber llegado al límite. Obama ha pasado de ser la realización del sueño americano a convertirse él mismo en un sueño demasiado americano. Con semejante distinción parece que se distancia un poco más hasta llegar a un nivel estratosférico, quizá demasiado perfecto para unos electores que lo eligieron por su cercanía (a pesar de que se le consideraba élite por dar clases en Harvard).
     El estadounidense no será el primer Nobel que dirige un país. Óscar Arias, actual presidente de Costa Rica, ya lo recibió durante su primer mandato (1986-1990), en 1987 y lejos de lo que podría parecer, en los segundos comicios a los que se presentó en 2006, (tras resolverse uno de tantos problemas de constitucionalidad para volverse a postular) no ganó con una diferencia demasiado holgada: apenas un 1,1% frente a su rival.
     Así pues, quedan por ver cuáles serán las consecuencias de este premio y su repercusión final. A pesar de que a 3 años vista de los próximos comicios, todo parece quedar demasiado lejos, la etiqueta de Nobel podría ser difícil de quitar.
Veremos

4 comentarios:

Apuntesdederecho dijo...

¡Ay si lo hubiera rechazado! Habría pasado por uno de los políticos más coherentes y con más credibilidad de las últimas décadas... Supongo que si lo ha aceptado, tras horas de elucubraciones por parte de sus preparadísimos asesores, será por algo. En mi opinión ha perdido una oportunidad de oro.

"La Púa" dijo...

De acuerdo con Apuntesdederecho. El ciudadano medio asume que reconocimientos de este tipo han de moverse en lo "políticamente correcto", como la designación de la sede de unas Olimpiadas. No creo que sea correcto hacer un reconocimiento tan prestigioso (ahora ya menos) a quien no tiene trayectoria, no ha demostrado nada (salvo su dominio mediático) y sólo se ha movido en el mundo de los gestos, la retórica y las espectativas. ¿Por qué no se lo han dado a Zapatero por su aportación histórica de la "Alianza de Civilizaciones"? También fue un gesto retórico y sigue siendo una espectativa!!! Un insulto para los grandes hombres y mujeres que han recibido anteriormente el Nobel de la Paz.

Fernando dijo...

Probablemente prematuro, quizá hasta inconveniente, si no lo gestiona bien puede traerle más problemas que ventajas. Pero personalmente creo que simplemente el gran cambio histórico que significa ser el primer presidente negro de EE.UU. unido a su giro de 180º de la política exterior norteamericana, al menos en cuanto a principios se refiere, le hacen merecedor del galardón (mucho más que otros que lo obtuvieron con anterioridad) y sólo me cabe esperar que ese capital político extra que le han concedido con el Nobel pueda emplearlo sabiamente para lograr avances en conflictos tan complejos y enquistados como el que enfrenta por décadas a Israel y Palestina.

Esperemos que dentro de ocho años el mundo sea un lugar mejor y que no nos quede entonces duda alguna de que se lo mereció incluso aunque se lo otorgaran muy pronto.

J. Pedro Marfil dijo...

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, estamos de acuerdo en que ha sido precipitado y en que hay gente que lo merece más.
Un abrazo para todos