¿Cabeza o corazón? notas sobre las motivaciones de los electores

Con qué votamos ¿con la cabeza o con el corazón? Hace unas semanas, uno de los visitantes de la Azotea reflexionaba sobre una cuestión muy interesante: las diferentes motivaciones que tiene el electorado para acudir o no a las urnas y para votar a uno u otro partido.

Se trata de una de las cuestiones más importantes a la hora de planificar una campaña electoral o de establecer una estrategia de comunicación para conseguir un objetivo definido. ¿Quiénes son mis votantes? ¿Por qué me votan? ¿A quién puedo convencer para que me vote? Decisiones de este tipo pueden ahorrar mucho tiempo, dinero y esfuerzo para que un proyecto llegue a buen fin. La respuesta, en pocas palabras, se resume en: investigación, investigación e investigación. 

Las características de los electores que se decantan por una u otra opción, suelen estar medianamente definidas, pero ojo, siempre hay excepciones.

En función de las características de una sociedad y de la cultura democrática de esta, se encuentran diferentes motivaciones para acudir a las urnas. 

En un modelo en el que se cumpliesen los valores democráticos, los partidos deberían dar a conocer sus propuestas y programas; los ciudadanos informarse de ellos y votar al que considere más acorde con sus intereses o con los de la comunidad; y por último, el partido vencedor, debería poner en práctica lo prometido. 

Sin embargo, los casos en los que esto ocurre son más bien escasos, aunque también es cierto que la mayoría sabe cuales son las orientaciones globales de los partidos en liza y vota en cierto modo, en función a ello. 

¿Cabeza o corazón? Esa es la cuestión. En España, no es ningún secreto, la mayor parte de los ciudadanos vota más con el corazón. De hecho, es complicado que se decida a cambiar el signo de su voto, si no que suele preferir la abstención como "castigo" si considera que su partido no lo ha hecho bien, o que el otro lo ha hecho mejor. No cambiaron demasiados votos en 2000, cuando el PP ganó por mayoría absoluta. Ni en 2004, cuando ganó el PSOE, lo que cambió fue la movilización del electorado socialista y popular. 

Localizar al ciudadano que medita quedarse en casa, o a aquel que incluso piensa en ir a votar a otro partido, resulta clave para los partidos. Dibujar mapas, dividir barrios. Diseñar, para cada uno de ellos, un mensaje que responda a sus necesidades para lograr ganar su confianza es el reto al que deben hacer frente (lástima que unos lo hagan con más frecuencia que otros). 

Por todo lo mencionado anteriormente, es por lo que la investigación resulta un factor determinante. Los partidos no pueden eludir el factor racional y mucho menos el emocional de los ciudadanos. Pero han de saber cómo llegar a ellos de forma correcta y esto sólo se logra conociendo sus motivaciones e inquietudes.  

El partido o político capaz de localizar correctamente su público objetivo y de segmentar su mensaje para llegar a la cabeza del elector a través de su corazón, afrontará con garantías cualquier proceso electoral.