A todos nos gusta que nos crean. O al menos, esa debería ser la intención. Cuando durante estos días se escucha el baile de cifras en torno a un evento de magnitud como una huelga general, la credibilidad de muchos entes (tanto sindicales, gubernamentales o medios de comunicación) se pone en duda.
Y no es para menos, entre los 'millones de personas' citados por los sindicatos, las 'miles' del Gobierno y el 'fracaso' de algunos medios, el ciudadano parece estar ya inmunizado ante semejante heterogeneidad y aboga por tomar un término medio.
Este es sólo un caso, pero ¿qué hay detrás? La consecuencias de este tipo de declaraciones es que repercuten directamente sobre la credibilidad de las organizaciones. Una especie de cuento de 'Pedro y el lobo' aplicado a la comunicación. El resultado puede ser la desconfianza en estos tipos de valoraciones y por tanto en la organización en cuestión, lo cual repercute negativamente en la credibilidad de las mismas. Puede que llegue el momento en el que tengan una necesidad imperiosa por comunicar su mensaje, pero el conjunto de la sociedad no lo considere 'creíble', lo que supondría un problema de fondo de difícil reparación.
Sé honesto, te creerán más. Es un buen punto de partida. Hay que tener en cuenta que cuando se emiten conclusiones como las anteriormente aludidas, las organizaciones parecen dirigirse los ciudadanos afines. Aquellos que siempre creerán o tendrán confianza en lo que digan. Mientas, aquellos que no formen parte de este grupo, desconfiarán de dichas informaciones y las tacharán al menos de improbables.
Invertir en la credibilidad de una organización es un trabajo constante y duradero. No se pueden invertir las percepciones a corto plazo, pero sí trabajarlas poco a poco. Si conviertes tu organización en una organización creíble, de la que los ciudadanos se fíen, puede que no los convenzas, pero al menos te creerán. Y eso es muy importante en un momento en el que la sociedad reclama representantes y empresas coherentes y sinceros.
Moraleja: para el ejemplo concreto de estos días y para futuras coyunturas, Gobierno, partidos políticos, sindicatos y medios deberían hacerse un favor a sí mismos e intentar reflejar las cifras reales, alejándose de sus intereses particulares y centrándose en lo verdaderamente ocurrido. Sería un primer paso para que la gente, independientemente de estar o no de acuerdo con los argumentos, no pueda dudar de la honestidad de los mismos.
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