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Leía estos días el texto de Jorge Galindo en Jot Down titulado 'Un señor mirando al suelo' y pese a poder compartir más o menos algunas de las cosas que dice, me resultó muy interesante la reflexión sobre el funcionamiento interno de los partidos.
Permítanme que nos distanciemos inicialmente un poco del análisis de comunicación que retomaremos a lo largo de la entrada, para hablar un poco sobre dichas organizaciones.
Llevamos unos años inmersos en una galopante crisis económica, de valores, etc. Se han reformado -o se van a reformar- muchos ámbitos de nuestro entorno: bancos, impuestos, administraciones, justicia, sanidad, etc. Y sin embargo ¿qué hay de los partidos?
Nuestro sistema les otorga un protagonismo vital en el desarrollo de la democracia. Básicamente y de una manera un tanto superflua, se podría decir que son ellos los que gobiernan. Y sin embargo, pese al clima en el que nos encontramos, de desconfianza hacia la clase política, apenas ha habido cambios sustanciales en su organización. Y deberían planteárselo.
Deberían planteárselo porque da que pensar que los números de afiliación sean cada vez menores. Da que pensar que las personas mejor preparadas y con más posibilidades de aportar, tal y como comenta Galindo en su texto, no quieran pertenecer a una estructura, vincularse a un partido a pesar de identificarse con sus ideas y programa.
Sería importante reflexionar sobre el dinamismo de estos partidos en España, algo más bien escaso, que, pese a otorgar estabilidad al sistema, también se han viciado hasta convertirse en un fin más que en un medio para gobernar y representar a los ciudadanos.
Y es ahora cuando volvemos al análisis de la comunicación y volvemos, en cierto modo, a la anterior entrada en el blog. Los partidos, al igual que las instituciones, deberían sentirse en la obligación moral de desarrollar una reestructuración que los haga más abiertos. El desarrollo de primarias abiertas debería ser cuasi obligatorio (digo cuasi porque no se les debería obligar a ello, debería salir de los propios partidos) y las maniobras por retener cuotas de poder -como el 'curioso' caso de las primarias en Andalucía- deberían quedar atrás, bastante atrás para que los ciudadanos sean capaces de volver a confiar en cualquier sigla. De lo contrario, el desencanto está asegurado. No sólo de la sociedad -con el que ya cuenta- sino de los propios militantes, que ven como su voz no es escuchada en el seno del partido. Mención especial merecen las cuentas de los partidos, que siempre debieron ser públicas en todos los aspectos, desde el momento en que su financiación es mixta.
Conviene, pues mirar hacia el núcleo de poder: los partidos que son al fin y al cabo, quienes ostentan el poder de manera alternante. Que se reformen -con hechos, no con palabras- y se muestren abiertos a los ciudadanos será esencial para dar un paso más hacia la recuperación de la confianza perdida.
A quien pueda interesar. Ya hay una plataforma para poner una reforma en marcha. Por una nueva ley de partidos
1 comentario:
Yo ya he firmado.
A ver si se suman más
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