Los manuales dicen que la oposición debe comenzar la campaña electoral antes que el partido de Gobierno y hasta el momento, así se está cumpliendo en el caso de las elecciones francesas y estadounidenses. Ambas mantienen elementos en común, entre otras que el partido de Gobierno va por detrás en las encuestas con un líder erosionado por los efectos de la crisis.
En Estados Unidos, la intensa batalla republicana por el liderazgo del partido podría tener dos consecuencias en el bando conservador, la primera: lograr el conocimiento de un líder sólido al término de las primarias que pueda afrontar la carrera a la casa blanca con las máximas garantías. La segunda opción y más peligrosa para los conservadores, podría ser que, de alargarse el proceso, se viciasen las diferencias entre los diferentes candidatos, lo que podría suponer que ciertos sectores del electorado prefiriese quedarse en casa en lugar de votar a un candidato que no siente como suyo. Sea como fuere, esta segunda consecuencia será mínima en el seno de un partido disciplinado que busca echar a toda costa a los demócratas de la Casa Blanca.
Mientras, Obama mantiene su agenda de Gobierno ganando poco a poco presencia en los medios de forma gradual, para comenzar a buscar la movilización de sus votantes de cara a las elecciones de noviembre. No será fácil, máxime tras los durísimos 4 años que ha tenidos durante su primer mandato. Por eso, más que captar votos, la prioridad de Obama pasa por convencer a su propio electorado para que vuelva a depositar su confianza en el partido demócrata. Las tendencias apuntan que los demócratas recuperan poco a poco el terreno perdido, pero nada evitará que se viva una contienda más reñida si cabe que la de 2008.
Todo hace indicar que, en el caso francés, la segunda vuelta será decisiva. El panorama galo, en el que en tan sólo una semana el presidente se creó un perfil en Twitter, anunció su intención de presentarse y la propia candidatura; es más interesante si cabe, dado que será el propio Sarkozy el que tenga que remontar las encuestas que lo ubican por detrás de Hollande.
El presidente francés deberá hacer valer el liderazgo político que ostenta el país galo en el contexto de la Unión Europea y la gestión de una crisis que, pese a ser dura, no ha afectado con tanta crudeza a su país. Esto queda claro al ver su mensaje de campaña 'La France forte': 'Francia, fuerte' en alusión a su solidez y a la necesidad de mantener la fortaleza y unidad frente a las condiciones adversas, en pocas palabras: una apelación al clásico 'Rally 'round the flag'. Saber comunicar esto, será tan importante como desacreditar al líder de los socialistas, que tras un inicio de campaña apoteósico (del que ya hablamos aquí) parece no tenerlas todas consigo. Las dudas sobre lo factible de las medidas que Hollande propone aplicar si llega a la presidencia de la república, podrían desestabilizarle por los utópico de las mismas. Es cierto que la izquierda francesa necesita esperanzas e ilusiones, máxime tras su larga travesía en el desierto, pero no es menos cierto que los ciudadanos del país vecino también valorarán muy mucho la seriedad de las propuestas planteadas a la hora de emitir su voto.
Ambas elecciones se decidirán, probablemente 'por un puñado de votos', como se suele decir, lo que está claro es que en el caso francés, el hipotético giro político tiene pendiente a media Europa ante la posibilidad del retorno de los progresistas al poder.
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